La ventana de la torre circular donde estaban alojados daba al patio de armas, que estaba totalmente cubierto por un manto de nieve. Hasta donde ella sabía, en esos momentos no debería haber nadie allí abajo, de modo que la sorprendió bastante ver el movimiento de varias sombras cerca del muro de piedra del castillo. Los lobos aullaron de nuevo, esta vez con más intensidad.
«A lo mejor son los guardias a los que les toca el turno de noche», se dijo a sí misma. No pudo evitar sentir compasión por ellos al imaginar lo difícil que tenía que ser vigilar y patrullar el castillo en una noche tan gélida como aquella.
«¿Qué es eso? —se preguntó, cuando unas luces procedentes del interior de la torre que había al otro lado del patio de armas atrajo su mirada. Aquellas eran las dependencias de su hermano, y le resultaba bastante extraño que siguiera trabajando tan tarde—. ¿Habrá pasado algo? No es típico de Varian quedarse trabajando hasta altas horas de la madrugada. No, a menos que haya ocurrido algo inesperado.»
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